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Historia de la salud y enfermedad mental: hacia un nuevo concepto

Los primeros informes en occidente sobre problemas de salud mental los encontramos en la literatura sagrada. En el libro de Daniel se relata que es Nabuconodosor es castigado por Yavhé, el rey pierde la cordura, estaba convencido de que había sido su propia mano la que había creado una ciudad tan magnifica como lo era Babilonia y que él mismo, gobernaba de manera suprema, pero Dios hizo que este poderoso gobernante se volviese loco durante siete estaciones con el propósito de enseñarle una lección, a fin de que supiese que Dios es el que reina Supremo (Daniel 4:34-37). El profeta Daniel interpreta un sueño al poderoso rey babilonio en el que anuncia que será convertido en una res durante 7 años con el fin de que reconozca sus propias limitaciones y el poder superior de Dios.

Esta clásica referencia encontrada en el Antiguo Testamento hace referencia a la licantropía, aunque la definición exacta de licantropía se refiera sólo al cambio en la forma de hombre a lobo, el término, a menudo, es usado clínicamente para la transformación en cualquier forma animal (Donnoli, Bátiz y Rodriguez, 2014, p.p. 5 y 6).

El relato de Nabuconodosor muestra la interpretación sobrenatural que se daba a la enfermedad mental. Las últimas más complejas atribuían la locura a los dioses, las más primitivas a los demonios o fuerza sobrenaturales (Salaverry, 2012).

Es en Grecia en el siglo V a.C., que se le empieza a dar una interpretación naturalista a las enfermedades mentales al extenderse la teoría humoralista de la enfermedad, pero esta teoría a su vez tiene su origen en la Teoría de los cuatro elementos de Empédocles (490-430 a.C.). Esta teoría sostiene que el hombre está compuesto por cuatro elementos y la salud consiste en cierto equilibrio entre ellos. La mezcla de los elementos es producido por dos fuerzas cósmicas: el amor y el odio. Son fuerzas que también se encuentran en el hombre y que al explicar en su lucha todo cuanto sucede, determinan la visión trágica que Empédocles tiene de la existencia:

“A veces, por efecto del amor, todos los miembros que posee el cuerpo se reúnen en unidad, en la cima de la vida floreciente. Pero otras veces, separados por el odio cruel, vagan por su lado a través de los escollos de la existencia” (Fr. 17-20).
Para Empédocles, los seres particulares que vemos son mezclas en proporciones diversas de los cuatro elementos, y las diferencias cualitativas que se observan se explican justamente porque las cantidades o dosis de los elementos pueden virtualmente variar hasta el infinito (De Ambrosio, 2002).

Para Empédocles, los seres particulares que vemos son mezclas en proporciones diversas de los cuatro elementos, y las diferencias cualitativas que se observan se explican justamente porque las cantidades o dosis de los elementos pueden virtualmente variar hasta el infinito (De Ambrosio, 2002).

Más tarde, el conocido padre de la medicina Hipócrates de Cos ( 460 a 370 a. C.) tuvo, durante su formación, una gran influencia de los filósofos griegos presocráticos. Se inspiró, fundamentalmente, en Empédocles y la idea de que eran cuatro los elementos existentes: el agua, el aire, la tierra y el fuego; y sus respectivas cualidades: la humedad, el frío, la sequedad y el calor. Hipócrates postuló la noción de que el cuerpo estaba compuesto de cuatro humores básicos: sangre, bilis amarilla, bilis negra y flema. El equilibrio de los mismos era pensado en términos de salud, y el desequilibrio como enfermedad (Melero, 2007).

En los Tratados hipocráticos (conjunto de aproximadamente 50 escritos, s. V y VI a.C) se encuentra un breve tratado sobre clínica y patología. Algunos de los libros incluidos en este epígrafe son sobre enfermedades, afecciones, humores, epidemias, crisis, estados críticos y, el más importante y conocido de este grupo es el tratado sobre la epilepsia titulado Sobre la enfermedad sagrada, el cual inicia con el siguiente enunciado:

“A propósito de la llamada enfermedad sagrada, he aquí lo que ocurre: me parece que no es de modo alguno más divino ni más sagrado que las demás enfermedades, sino que tiene una causa natural. Pero los hombres creyeron que su causa era divina por ignorancia o por el carácter maravilloso de la dolencia, que no se parece en nada a otras enfermedades”

Galeno, que sistematizó la medicina griega en el siglo II a. C., no dedicó un tratado especial dentro de su abundante obra a la enfermedad mental, pero aceptaba, igual que los hipocráticos, su carácter natural (Salverry, 2012).

Hipócrates y Galeno distinguían cuatro tipos de temperamentos, considerados como emanación del alma por la interacción de los diferentes humores del cuerpo:

  • Sanguíneos: las personas con un humor variable.
  • Melancólicos: personas tristes y soñadoras.
  • Coléricos: personas cuyo humor se caracterizaba por una voluntad fuerte y unos sentimientos impulsivos en los que predominaba la bilis amarilla y la blanca.
  • Flemáticos: personas que se demoran en la toma de decisiones, suelen ser apáticas, a veces con mucha sangre fría, en las cuales la flema era el componente predominante de los humores del cuerpo.

A pesar de que Hipócrates, desde el s. V a.C, es considerado el primer médico que rechazo las supersticiones, leyendas y creencias populares que señalaban como causantes de las enfermedades a las fuerzas sobrenaturales. Es durante la primera parte de la Edad Media que el tratamiento preferido era la oración, el exorcismo o el uso de reliquias y untos sagrados. Una de las técnicas preferidas era la de insultar al demonio aplicándole letanías de epítetos y amenazas (De la Fuente, 1959).

extraccion-gr.jpgextraccion-peq.jpgEn la obra pictórica perteneciente a la primera etapa del pintor holandés “El Bosco”, llamada Extracción de la piedra de la locura (1475-1480), se muestra la locura y la credulidad humanas. Lo que la obra representa es una especie de operación quirúrgica que se realizaba durante la Edad Media; según testimonios escritos sobre la obra, consistía en la extirpación de una piedra que causaba la necedad del hombre. Se creía que los locos eran aquellos que tenían una piedra en la cabeza.

La obra está cargada de símbolos que Irene González (2002) describe con precisión:

La escena emerge de un marco circular que parece evocar un espejo a través del cual el espectador se asoma a la realidad. Alrededor de este marco aparece una inscripción, ejecutada como si fuese un manuscrito iluminado, que dice, en la parte superior, Meester snijt die keie ras (Maestro, quítame pronto esta piedra), y en la parte inferior, Mijne name is Lubbert Das (Mi nombre es Lubbert Das), lo que en ocasiones se ha traducido como Mi nombre es tejón castrado o Mi nombre es tímido (p. 83).

La obra de El Bosco, así como otras que tratan este tema, podría interpretarse como una crítica o sátira a los charlatanes y falsos cirujanos que operaban sin conocimiento científico, con el único objeto de enriquecerse ilícitamente. La bolsa atravesada por un cuchillo que cuelga de la silla del paciente podría ser una alusión al dinero que ha perdido con esta falsa operación. El tulipán que sale de su cabeza podría aludir a su ingenuidad, ya que en holandés se llama a los necios “cabeza de tulipán”. Además, en holandés “tener una piedra en la cabeza” significa ser necio. Asimismo, el embudo en la cabeza del cirujano podría aludir a su necedad, engaño o charlatanería. El libro cerrado en la cabeza de la mujer pensativa insistiría en la verdadera ciencia o sabiduría que queda al margen del proceso. O tal vez este libro hiciese alusión justo a lo contrario, a la superstición e ignorancia. De hecho, según el arzobispo de Utrecht, las mujeres usaban como amuletos pergaminos con inscripciones, hojas sueltas o libros enteros, en muchas ocasiones escritos con remedios tradicionales. El libro representado podría ser uno de estos (p. 84).

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