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¡Esta es una revisión vieja del documento!


Violencia Emocional Infantil

Elaboró: Betzabé Arreola Mtz

Concepto

Maltrato Infantil

La Organización Mundial de la Salud define el maltrato infantil:

…los abusos y desatención que son objeto los menores de 18 años, e incluye todos los tipos de mal trato físico o psicológico, abuso sexual, desatención, negligencia y explotación comercial o de otro tipo que, originen un daño real o potencial para la salud del niño, su supervivencia, desarrollo o dignidad en el contexto de una relación de responsabilidad, confianza o poder.1

Existe maltrato infantil cuando un menor de 18 años, niño, niña o adolescente es agredido o abusado poniendo en riesgo su salud física, mental, sexual o su seguridad, cuando dichas conductas son ejecutadas por parientes u otras personas responsables del cuidado de ellos, produciéndose estos actos por acción, omisión o negligencia.

El maltrato a los niños, niñas y adolescentes en la familia es un grave problema social, que nace de prácticas culturales y de mantener relaciones disfuncionales psíco-emocionalmente, que se encuentran en la historia de vida de los integrantes de la familia y que se continúan produciendo por generaciones sea cual sea el nivel económico y/o escolar.2

Definición

La palabra “maltrato” está formada con raíces latinas y significa “acción y efecto de hacer daño u ofender”. Sus componentes léxicos son: male (mal, malamente), tratare (tratar).

La palabra viene del latín infans, infantis (nominativo -infante- y genitivo -del infante- de singular). Está compuesta por el prefijo in-, de negación, y por el participio presente del verbo fāri: «hablar».​ Así empezó a referirse a los niños pequeños cuando todavía no han aprendido a hablar.

Se distinguen los siguientes tipos de maltrato:

  • Maltrato físico
  • Negligencia
  • Abuso sexual
  • Maltrato emocional

Definición de cada tipo de maltrato

Maltrato físico: toda acción voluntariamente realizada que provoque o pueda provocar lesiones físicas.

Negligencia: la omisión de una acción necesaria para atender el desarrollo y el bienestar físico y psicológico de un menor. La negligencia intrafamiliar viene a identificarse con el abandono de las obligaciones que socialmente son encomendadas a los padres o tutores de un menor.

  • No se proporciona al menor la alimentación adecuada a su edad.
  • Se descuidan sus necesidades en el vestido y en el calzado.
  • No se atienden sus necesidades sanitarias (no tener las vacunaciones al día, no proporcionar la medicación a su tiempo y con las dosis indicadas, no visitar al médico cuando se muestren estados de salud deficientes…).
  • Se descuidan las necesidades educativas. Todo lo que implique absentismo escolar se considera negligencia.
  • Descuido en la higiene.
  • Largos periodos sin supervisión del menor por los padres o tutores.
  • Repetidos accidentes domésticos.

Maltrato sexual: cualquier comportamiento en el que un menor es utilizado por un adulto u otro menor como medio para obtener estimulación o gratificación sexual. Se incluyen el voyeurismo, exhibicionismo, tocamientos y penetración. También la inducción de un menor a la prostitución por parte un familiar, aunque la relación sexual se mantenga con terceros.

Maltrato emocional: acción, actitud o incapacidad de proporcionar un ambiente emocional propicio para el desarrollo psicológico, físico que permita lograr independencia y seguridad.

Las actitudes que mantienen los adultos hacia los menores son fundamentales en el caso del maltrato emocional:

  • Conductas de ignorar al menor.
  • Actitudes de distanciamiento, de desapego, o la privación de afectos y de seguridad (maltrato emocional pasivo).
  • Conductas como gritar al menor, enfurecerse con él, regañarles violentamente, amenazarlos (maltrato emocional activo).
  • Inducción en los menores de comportamientos antisociales mediante la realización de actividades inadecuadas en presencia de los niños (emborracharse, drogarse, el menor es testigo de conductas violentas).

Además, debemos incluir:

Maltrato prenatal: conductas realizadas voluntariamente por la madre o personas del entorno familiar, o conductas negligentes que influyen negativamente en el embarazo y repercuten en el feto.

Síndrome de Münchausen por poderes: los padres, frecuentemente la madre, provocan o inventan síntomas orgánicos o psicológicos en sus hijos que inducen a someterlos a exploraciones, tratamientos e ingresos hospitalarios innecesarios. En ocasiones pueden agravar enfermedades o síntomas preexistentes en el niño. El propósito de tales conductas es, entre otros, el de asumir el papel de paciente a través de otra persona. Se ha sugerido que uno de los incentivos de los padres al realizar este tipo de comportamientos es provocar atención y apoyo por parte del personal sanitario. El progenitor implicado busca establecer una relación estrecha con una figura respetable, con autoridad y de apoyo como la que puede representar el médico. Llega a utilizar al niño como un instrumento para establecer y mantener esta relación. La relación del padre/madre perpetrador y el niño afectado es patológica.

Antecedentes históricos

Desde las ciencias sociales, numerosos autores nos revelan que la infancia ha sido el resultado de construcciones históricas y culturales. En la época de Platón, en el mundo grecorromano, la noción de “nutrir”, “alimentar”, “engordar”, estaba vinculada a la crianza de niños y niñas. En latín el término infantia se refiere a la ausencia del habla, al que calla. En diversos pasajes, Platón equipara a los niños y niñas con otros grupos sociales devaluados como las mujeres y los ancianos, hasta con los animales, en oposición al varón adulto, único aspirante legítimo a la condición de ciudadano.

Phillipe Ariés relata que en las sociedades medievales europeas no existía el concepto de infancia tal como hoy lo entendemos. Antes del siglo XVIII los niños y las niñas pasaban muy pronto, apenas superada la época en que necesitaban cuidado para sobrevivir, a integrarse al mundo adulto como “hombres y mujeres enanos”, vestidos como sus mayores y relizando las mismas actividades.

Hasta antes de Sigmund Freud, en muchos aspectos el niño y la niña eran desconocidos como sujetos sociales y mucho menos como sujetos de derechos; del mismo modo, tampoco existía en concepto de adolescencia, que posteriormente se construyó como una realidad social y psicológica particular. Por lo que históricamente, el maltrato a los niños y niñas se identifica como una situación problemática hasta avanzado el siglo XX, cuando Kempe, en 1962, acuña el concepto de “niño apaleado” (batteres child), en referencia al maltrato físico.

No obstante, el maltrato a la infancia ha sido naturalizado, en tanto que existe una aprobación y aceptación cultural del uso de la violencia y del castigo corporal y psicológico en la educación de niños y niñas, y madres y padres están autorizados para ejercerlo dentro del modelo patriarcal. Se reconoce que en los países de europeos y de Estados Unidos los malos tratos llegan a ser causa de muerte en los primeros cinco años de vida. En América Latina y el Caribe, aunque no existen estadísticas oficiales, sabemos por las crónicas policiales y testimonios de profesionales y víctimas que estas prácticas se encuentran convalidadas por diversos actores sociales y toleradas a nivel del Estado, la sociedad y la familia, cada uno de ellos con diferentes justificaciones y grados de responsabilidad.

Las personas maltratadas reproducen frecuentemente la cadena de violencia en otras generaciones. En estas estructuras familiares, muchas veces el padre está ausente y es la madre la que ejerce con frecuencia el trato autoritario hacia los hijos y las hijas, que a su vez tienden a reproducir la violencia con sus hermanas y hermanos menores. En este tipo de estructuras familiares los niños y niñas aprenden a violentar a los más débiles, y los abusos de poder son “naturales”.3

Los informes de infanticidio, castigos crueles y humillantes, trato negligente y abandono, abuso sexual y otras formas de violencia contra los niños, niñas y adolescentes existen desde la época de las antiguas civilizaciones. Recientemente, la documentación de la magnitud e impacto de la violencia contra los niños muestra con claridad que es un problema global sustantivo y grave. Tiene lugar en todos los países del mundo, en una variedad de formas y entornos, y a menudo está profundamente arraigada en prácticas culturales, económicas y sociales.

Maltrato emocional y/o psicológico

En 1962 los pediatras Droeguemuller, Kempe, Silverman, Silver y Steele, publican un artículo con 302 casos de niños maltratados, de los cuales 33 habían fallecido y 85 habían sobrevivido con lesiones permanentes, conceptualizándose por primera vez el síndrome del niño apaleado. Los primeros estudios remitían particularmente a los malos tratos físicos, posteriormente en 1971 Lukianowicz hablaba por primera vez de los malos tratos psicológicos.

Maltrato psicológico es un término que se usa, en ocasiones, de manera simultánea a otros términos como maltrato emocional, abuso emocional o abuso psicológico, habiendo sido considerado como “la forma más esquiva y dañina de maltrato en la infancia”, representando “el papel central y el factor más destructivo de cualquier forma de maltrato”. La dificultad para identificarlo y definirlo, hace dudar de la precisión de los datos que informan sobre su ocurrencia, sin embargo, es frecuente que se afirme en la literatura que es un problema que sigue en aumento a nivel mundial.4

Arruabarrena (1998), define al maltrato emocional como:

“La hostilidad verbal crónica en forma de insulto, desprecio, critica o amenaza de abandono, y constante bloqueo de las iniciativas de interacción infantiles (desde evitación hasta el encierro o confinamiento) por parte de cualquier miembro adulto del grupo familiar”.5

Cada vez está más aceptado que el abuso y abandono emocional genera un daño en el desarrollo del niño y que este daño se extiende hasta la edad adulta, como así lo avalan una serie de estudios que ponen de manifiesto los trastornos emocionales, de la conducta y cognitivos que se manifiestan en la infancia, adolescencia y edad adulta. Lo complicado de su atención es que el daño ocasionado puede ser evidente hasta años después de que se comete el abuso en el menor.

Otra limitante es la falta de casos legales publicados, al tratarse de una violencia invisible, y hasta socioculturalmente tolerada, en tanto que este tipo de maltrato no genera daños físicos, y al contrario del maltrato físico o sexual, el abusador generalmente suelen ser los padres o cuidadores principales; por ello se genera la preocupación de que, si la protección del niño requiere la separación de la situación, será a costa de romper un vínculo afectivo, aunque sea un vínculo inadecuado.

El maltrato emocional tiene enormes repercusiones en diversas áreas de la personalidad del niño, como son: el área cognitiva, afectiva, interpersonal, conductual y somática. Como consecuencias que se presentan en el mismo periodo en el que se da el maltrato emocional esta el deterioro del autoconcepto y pérdida de autoestima.

Linderfied, Martín y Puig (2000, citados por Ampudia, 2009), consideran que la autoestima es la imagen y el valor que se da el niño a sí mismo. Es una dimensión afectiva que se construye por medio de la comparación y la percepción de sí mismo y del yo ideal, juzgando en que medida se es capaz de alcanzar los estándares y expectativas sociales. Con la pérdida de autoestima, el menor pierde su dignidad, puesto que ha interiorizado el desprecio, las humillaciones a tal grado que se considera merecedor de todo lo malo que le dicen o le sucede.6

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